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lunes, septiembre 05, 2005

Furias bíblicas se desatan sobre Bush

KATRINA AMENAZA CONVERTIRSE EN CATACLISMO ENERGÉTICO, POLÍTICO Y ECONÓMICO
Furias bíblicas se desatan sobre Bush

La Nación Domingo 4 de septiembre de 2005
Que Nueva Orleáns iba a hundirse era -como el ataque terrorista a Nueva York- una catástrofe anunciada. Pero los fondos para fortalecer los diques fueron destinados a la guerra de Irak. Llueven las críticas contra la ineficiencia e indolencia del Gobierno de Bush. Y ante las imágenes de sufrimiento y miseria tercermundistas en pleno corazón del “imperio”, incrédulo el mundo ahora teme huracanes financieros y energéticos devastadores.

Alejandro Kirk

El año 64 a.C. se incendió Roma, capital imperial de entonces, dejando una secuela de epidemias, miseria, saqueos y anarquía generalizada. La historia le ha echado la culpa a Nerón, pero hay otras versiones. Tal parece, relata Isaac Asimov, que el emperador se encontraba en su residencia veraniega de Nettuno, en el mar Tirreno, cuando se enteró del incendio. Corrió entonces de regreso y, al verse impotente frente a la desolación, no atinó a otra cosa que a tocar su instrumento preferido, la lira, mientras lloraba.

Después, el emperador fue duramente criticado por imprevisión e indolencia, y más tarde también por su decisión de privilegiar la reconstrucción de palacios y obras monumentales, en lugar de atender a la población sufriente. Habría buscado entonces el monarca un chivo expiatorio; así comenzó la persecución a los grupos cristianos, en medio de la decadencia progresiva del imperio, atrapado en conquistas insostenibles, guerras inganables, corrupción y disputas de poder.

Tal como la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York, el espectáculo de la ciudad del jazz, Nueva Orleáns, convertida de la noche a la mañana en una gigantesca cloaca humana, regida por bandas de sobrevivientes enfurecidos, abrió una cadena de interrogantes sobre la propia sociedad norteamericana y la capacidad de su Presidente, George Bush, para distinguir prioridades y otorgar más certezas que miedo en horas de incertidumbre.

El 11 de septiembre de 2001, Bush aprovechó el brutal ataque terrorista para anunciar una nueva era de la civilización, signada por la guerra contra un enemigo invisible y omnipresente definido en términos simples: el terrorismo. De paso, se legitimó como Presidente, después de su dudosa victoria electoral el año anterior.

En 2001, Bush fue cuestionado por su larga desaparición el día de los atentados
terroristas. Ahora, se negó a interrumpir sus vacaciones cuando arreciaba la violencia en Irak, y se demoró dos días en interrumpirlas para hacerse cargo de la devastación en tres estados poblados por negros y blancos pobres.

CAOS Y ANARQUÍA

No se ahorran críticas. En Nueva York, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, fue sorprendida el viernes por transeúntes comprando zapatos en una tienda de lujo, y le gritaron insultos. Ella tampoco interrumpió sus vacaciones. ¿Para qué, si ella no tiene nada que ver?, dijo un vocero.

Es tal el caos en el sur del país que las autoridades norteamericanas no saben por dónde empezar, y están tratando de hacerlo por poner orden, estableciendo la ley marcial. Ayer, pasados seis días del desastre natural, Bush anunció que enviaría 70 mil soldados a la zona. Acostumbrados a organizar eficientes operaciones de ayuda a los desastres allá donde se espera que ocurran, y donde ocurren siempre -Bangladesh, Sri Lanka, Etiopía, Haití, Honduras, El Salvador-, los funcionarios norteamericanos han reconocido ahora no saber cómo recibir, organizar y canalizar la ayuda que se les ofrece de todo el mundo.

Ese sensible barómetro de la incertidumbre que se llama barril de petróleo captó de inmediato la gravedad de la situación y llegó a 70 dólares el miércoles, para bajar casi dos dólares el viernes, sólo después de que la Agencia Internacional de Energía (AIE) anunciara que sus 26 miembros acordaron poner reservas de dos millones de barriles diarios a disposición de Estados Unidos, durante 30 días. Venezuela, el villano de turno, también ofreció petróleo y ayuda en dinero efectivo.

El mundo no sólo debe esperar ahora un período incierto en lo político, pues nadie sabe de qué tabla se aferrará el grupo neoconservador que manda en Washington, ante las críticas que comienzan a subir de tono a medida que el agua
va cediendo terreno.

La condena probablemente aumentará cuando se comience a evidenciar la magnitud del desastre, sus causas y sus consecuencias, entre las que figura una disrupción del sistema energético mundial: 95% de la producción de petróleo del golfo de México (un tercio de la producción total de Estados Unidos) se encuentra paralizada, y nadie aventura una fecha de reanudación. Por lo pronto, el precio de la bencina, termómetro del bienestar norteamericano, aumentó ya en casi 50%.

LA SOMBRA DE IRAK

El tema de Irak no está ausente del debate. Al contrario. No sólo porque el Pentágono ha debido traer soldados desde allá para lidiar con la anarquía interna en EEUU, sino porque el esfuerzo financiero que significa mantener la ocupación de Irak, y las operaciones militares en Afganistán y otros países en la “guerra contra el terrorismo”, ha desviado fondos que se precisaban, por ejemplo, para construir las barreras que habrían impedido el hundimiento de Nueva Orleáns.

El peligro que corría la ciudad era conocido en su dimensión exacta. El diario francés “Le Monde” informa que ya en 2001 la revista “Scientific American” advirtió que “el estado de degradación de los diques y los sistemas de bombeo, el desarrollo de zonas inmobiliarias y la insuficiencia de rutas de evacuación, hacían pesar sobre la ciudad Nueva Orleáns un serio riesgo de catástrofe, que involucraría el bloqueo de más de 250 mil personas y la muerte de miles de ellas”.

También en 2001, la Agencia Federal de Control de Emergencias emitió un informe en que advertía que un huracán en Nueva Orleáns era uno de los tres desastres más probables en el país, incluido un ataque terrorista contra Nueva York.

Pero, conociendo estos informes, este año la administración Bush redujo en 80% el presupuesto de 27,1 millones de dólares recomendado por los ingenieros militares para mejorar los diques de la ciudad. El organismo de control de inundaciones del estado de Louisiana había previsto además un financiamiento adicional de 100 millones de dólares, pero éste fue reducido a 34, contra los 69 millones de dólares del presupuesto de 2001.

El dinero “ahorrado” con estas medidas se fue a financiar la guerra de Irak, donde está estacionado, además, un tercio de los miembros de la Guardia Nacional del estado de Louisiana, tropas que podrían estar ahora ayudando a sus vecinos. El viernes, el Congreso en Washington aprobó una asignación de 10.500 millones de dólares para paliar la catástrofe en los estados sureños de Louisiana, Mississippi y Alabama, una suma que no sólo será insuficiente, sino que además podría haberse ahorrado, junto con muchas muertes y sufrimientos.

“Obligados a sentirse más humildes por los fracasos en Irak, los estadounidenses vieron que las autoridades parecían incapaces de enfrentar inmediatamente un desastre natural en casa. La gente murió por falta de agua, asistencia médica o rescate oportuno, particularmente los ancianos y los niños, y las víctimas son invariablemente pobres y negros”, dice un editorial de “The New York Times”.

El representante demócrata Jesse Jackson Jr. criticó a las autoridades por preocuparse más de detener los saqueos que de enviar agua, comida y medicinas a los miles de damnificados, sostiene la agencia AP. En tanto, la agencia PL informa que el reverendo Jesse Jackson padre denunció que negros y latinos han sido abandonados por las autoridades, tal como lo muestra la televisión desde el primer día.

Unas 120 mil personas en la ciudad de 1,4 millones de habitantes viven con menos de ocho mil dólares por año. “Son personas pobres, son gente negra”, subrayó Jackson, quien además criticó a Bush por demorarse dos días en suspender sus vacaciones para ocuparse del desastre que venía avanzando.

El columnista Paul Krugman escribió en “The New York Times” que EEUU, “una vez famoso por su actitud de ‘poder hacer’, ahora tiene un Gobierno paralizado que inventa excusas en lugar de hacer su trabajo. Y mientras inventa excusas, hay norteamericanos muriendo”.

ALCALDE ABANDONADO

Cuando Katrina avanzaba por el golfo de México, el alcalde de Nueva Orleáns, Ray Nagin -hoy un hombre enfurecido con las autoridades federales porque “no tienen idea”-, hizo un insólito y desesperado anuncio a la población: que se fueran cuanto antes, como pudieran, porque la ciudad se iba a hundir. Ante esta admisión de impotencia oficial cundió el pánico. Se fueron los que pudieron, en largas caravanas, y se quedaron los de siempre, los pobres, los viejos, los abandonados, los débiles.

Nagin también criticó a Bush: “Teníamos una crisis increíble aquí y no le hace justicia que él ande volando por allí en el avión presidencial. Ellos vinieron aquí dos días después de acabado el huracán llenos de cámaras de televisión y reporteros de la AP”.

El Presidente voló dos días más tarde sobre el área afectada, y recién tocó tierra por primera vez el viernes para reconocer que estaba todo mal, atrasado, que la ayuda no llegaba, que hay que hacer más. Pero es posible que su reputación, ya severamente afectada por el fracaso de la operación iraquí, se hunda sin remedio, como Nueva Orleáns.

“DISPAREN A MATAR”

Y la ciudad se hundió, y más de 20 mil almas corrieron al estadio emblemático de la ciudad, el Superdome, que se convirtió en un gigantesco conventillo rodeado de agua, sin alimentos, sin agua potable, sin letrinas, del que nadie pudo salir durante días. No resultó sorprendente, entonces, que comenzaran los saqueos de los locales comerciales inundados o abandonados, entre los cuales estaban las tiendas de armas. Circulando entre el barro, la mierda y la oscuridad, los pobres armados, negros y latinos, enfrentan ahora a una fuerza militar y policial agresiva y mayoritariamente blanca, según informan las agencias de noticias. Probablemente comenzarán a enfrentarse entre sí también por el control de los callejones.

La gobernadora del estado de Louisiana, Kathleen Blanco, anunció otra medida antigua para casos de amenaza a la propiedad y el orden: unos tres mil soldados de la guardia estatal, armados de fusiles M-16, que “saben cómo disparar y matar, están más que deseosos de hacerlo y espero que lo hagan”, dijo.

Entre los mensajes de solidaridad de los presidentes latinoamericanos, Ricardo Lagos entre ellos, se destacó el del venezolano Hugo Chávez, porque además del pesar y las condolencias, anunció una ayuda en efectivo y lanzó un consejo no solicitado: “Deberían aprender de Cuba, que evacua a dos millones de personas en dos días”.

Más allá del veneno político de esta declaración, hay en ella un fundamento empírico: en un estudio sobre las respuestas a las emergencias en diferentes países, Ben Wisner, del Instituto del Desarrollo de la London School of Economics, indica que el huracán Michelle -que azotó la costa sur de Cuba con vientos de 216 kilómetros por hora, dañando 22.400 casas y destruyendo 2.800- causó sólo cinco muertes: cuatro debido al colapso de estructuras y un ahogado.

Para lograr este resultado, las autoridades cubanas llegaron a evacuar a 700 mil personas, el 6,36% de la población del país. En Estados Unidos, este porcentaje sería equivalente a 18,8 millones de personas, trece veces la población de Nueva Orleáns.

El ingreso per cápita de Estados Unidos alcanza a 40.100 dólares, y el de Cuba a tres mil, y en ocasión del desastre, el Gobierno norteamericano ofreció a Cuba ayuda humanitaria por 50 mil dólares, que Fidel Castro rechazó indignado.

¿FIN DE UNA ÉPOCA?

Con 35% menos petróleo y por un período de tiempo indefinido, con decenas de plataformas petroleras inutilizadas, la sed de energía anticipa iras imperiales. Venezuela es un candidato de oro para convertir esta tragedia en oportunidad, tal como ocurrió el 11 de septiembre de 2001.

Si Washington busca asegurar el petróleo perdido disciplinando a Venezuela, se anticipan tiempos difíciles para el mercado del crudo, para América Latina y para Chile, que no puede soportar por mucho tiempo precios petrolíferos sin freno. Ya antes del huracán, la organización de comercio de la ONU (Unctad) había anticipando una nueva recesión mundial. Y Katrina podría ser su gatillo.

Este episodio trágico podría marcar el fin de una época, el fracaso del fanatismo y el epílogo de los sueños imperiales. Sin embargo, por desgracia, lo más probable es que se anticipen huracanes financieros y energéticos devastadores.

Augusto, el Largo (por Sergio Gómez)

Escrito por Sergio Gómez
Augusto, el Largo
18/08/2005
No es difícil imaginar -menos después de los últimos acontecimientos- una novela, tal vez una saga, que se podría titular simplemente "Los Pinochet". Están servidos los ingredientes: el rastrojo de muertes y ahora la escandalera de corrupción de una familia con vidas que rayan en el absurdo. Y, se sabe, que un buen batido de sangre y dinero mal habido es la mejor receta para un best seller. La expresión se la copio a mi editor: "La familia de los Corleones", en eso se convirtió la familia más poderosa de Chile de hace unas décadas atrás, los Pinochet, dejando una estela rancia llena de despropósitos y franco absurdo, lo que para cualquier novelista es un material apetitoso.
El nexo de los Pinochet con la literatura no es tan antojadizo, hace unas semanas surgió un nuevo capítulo, uno desafortunado para Pinochet, pero una delicia literaria por su insensatez. Sabemos que hoy usar seudónimos parece algo pasado de moda. El dictador español, Francisco Franco, escribió una breve novela titulada Raza, que firmó con el seudónimo de Jaime de Andrade. La novela se convirtió en un guión, también escrito por el tal Andrade, y en una película que exaltaba a una familia: los Franco. Al parecer los heterónimos también son asuntos de dictadores: Sadam Hussein eligió el seudónimo de Mahamad Alsaqar para encubrirse como autor de la novela Zabiba y el rey, un súper ventas en Irak en tiempos de su mayor gloria.
Pinochet prefirió usar primero un anodino "Daniel López" para ocultar su identidad, y no precisamente para escribir novelas, sino para abrir cuentas secretas en un banco estadounidense y así evadir impuestos. Su siguiente identidad falsa podría rayar en la genialidad o en el más brutal despropósito: John Long. ¿Se trata de una cita literaria? ¿Una broma? Long John Silver es el personaje de una de las mejores, sino derechamente la mejor novela de aventura de todos los tiempos: La isla del tesoro de Robert L. Stevenson. John "el Largo" es un pirata, representa la maldad, la astucia, la rapiña y la codicia por el dinero; y es el enemigo del joven Jim Hawkins en la aventura que emprenden buscando la isla del tesoro. Long John es el traidor por esencia, el intrigante y conspirador: "Era muy alto y fuerte, con una cara del tamaño de un jamón", lo describe Jim en la novela. Con un tricornio en la cabeza y un loro –llamado Capitán Flint- parlanchín y exasperante.
Probablemente Pinochet no tenía fresca la lectura, si es que alguna vez leyó la novela, para elegir una identidad falsa tan decidora de sí mismo, o tal vez lo traicionó, como se dice, el inconsciente. Y ahora recuerdo otra salida literaria de los Pinochet. Mientras se encontraba su marido detenido en Londres, a Lucía Hiriart le pidieron que definiera en una palabra su situación. Doña Lucía, rápida y segura, respondió: "Kafkiana". Supongamos, inocentemente, que Lucia Hiriart o su marido alguna vez habrán leído al mejor escritor del siglo XX, Franz Kafka, porque los años de poder total de su dictadura no pueden sino describirse de la misma manera: kafkianos.
Hay que recordar, por si alguien lo ha olvidado, que al final de la Isla del tesoro, Long John Silver, el detestable pirata, logra escapar de sus captores. Al no ser juzgado ni condenado, como consuelo, Jim le desea que disfrute el resto de su vida de prófugo: "Ojalá así sea, porque sus posibilidades de gozo en el otro mundo son harto escasas".
Sí, ojalá, que así sea.